jueves, 2 de septiembre de 2010

Que tu pelo frote los violines de
la rapsodia lunar, y que tus dientes
brillen limpios frente al espejo.
Pero usa el fuego suficiente, sin
quemar al niño que vive de sueños.





Siempre pensé que es más ordenado, y hasta seguro, raspar y dar fuego al fósforo, abriendo posteriormente la válvula de gas, que una situación contraria; he dicho. Cuestión que, puedo tornarme un matemático relativista en cuestiones cotidianas, pero obviar practicar el resultado obtenido.
¿Cara o cruz? ¿Cruz o cara? En un chasquido certero del pulgar que colisiona desangelado, a la moneda, auto desgarrándose del dedo índice, y formando una esfera dorado-grisácea que se eleva en línea recta. Puedo sentir el sonido del aleteo de la moneda golpear los azulejos, el subir etéreo y el bajar aterrante. Simultáneamente, me pregunto si descifrarás el coloquio de mi garganta, si comprarás la cena y alimentaras ese berretín ciego y sordo que me consumió todos estos meses. Le pregunto a las baldosas si conocen tu caminar, y me atrevo a dibujar tus pestañas con mi uña, sobre el vidrio empañado del comedor.
Veo bajar a la moneda gastada, y se que siente poder. Y mi mano forma un pedestal tembloroso y húmedo, pero ella lo rechaza. Cae al lavamanos y rebota, cayendo al resumidero putrefacto de este piringundín de frontera. Seguramente te reirías sentada en la bañera, fumando al estilo Minelli, revolviendo el vapor con el vaivén de tu delgada cintura. Y yo entre gusanos y algodones con Mertiolatte, buscando esa moneda; buscando una respuesta.
Los niños corren al salir de la escuela, y no tarde en caer el silencio. Es inevitable ver tu incandescencia actuar allí, casi como un holograma. Me detengo. Sigo adelante, cuesta arriba. En el bolsillo interno del gabán, entre una servilleta, tengo mi parte tuya, parte que soy yo. Una casa, circundada por varios puntos de fuga que la arrastran hacia lo lejos, y tiran de ella como los transeúntes las persianas de la noche.
Pero el azar que rompe con el sentido común, a veces, resuelve mejor las cosas.
Solo quiero terminar con el crucigrama de tu cuerpo blando, y transcribir la cadencia de tu voz en un pentagrama de órganos y sensaciones.
-Disculpe, el próximo va para Jean Jaurés y Liniers?-
-Si, querido-

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