domingo, 25 de octubre de 2009

Los inquilinos


En la aduana de mis retinas, en el puente
de mis poros, en las carretas frenéticas
de mis nervios tejidos por hormonas;
aquí, en esta bolsa de huesos y sombras
habitan los inquilinos.
En la planta baja vive un madrileño,cuya
lengua danza tremebunda con cualquier
individuo, y los rumores ruedan en torno
a su lenguaje matemático, que lo llevó
a dialogar con entes marcianos. Sin
embargo, cuando se cruza con la rusa
de la esquina se le llena dicho músculo
de agujas, paralizándole todo el cuerpo.
Primer piso; el electricista. Su diseño de
bombillas de luz lo hizo famoso en su
plenitud, aunque odia su trabajo. Una
mañana en el bar “Lucet Soler” confesó
Que es la única poción que lo libera de
sus demonios, por eso vive soplando
vidrio y armando circuitos.

Al lado del electricista vive Belladona;
una mujer exuberante, hundida en un
reflejo, sí, la casa de los espejos. Su
cuerpo debe ser controlado a diario, no
vaya a ser que la hormiga pudra la miel.
Pero la fresa esta dentro del pastel:
un fabricante de venenos es quien vive
en el sótano. Pocas palabras, ningún
gesto, y el alquiler en tiempo y forma;
aunque se atrase, siempre esta.
No conozco casi nada de su vida se que
está aquí desde que mi padre me llama
hijo, y padre soy de esta propiedad.
Solamente recuerdo que me dijo: “Tus
vecinos son mis capilares, yo solo soy
el cabello de una dama de espaldas”.

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